En el capítulo más oscuro de la historia alemana, durante una época en que turbas incitadas tiraban piedras a las ventanas de tiendas de dueños inocentes, y mujeres y niños eran cruelmente humillados al aire libre; Dietrich Bonhoeffer, un joven pastor, comenzó a hablar públicamente en contra de estas atrocidades. Después de años de intentar cambiar la opinión de la gente, Bonhoeffer llegó a casa una noche y su propio padre tuvo que decirle que dos hombres estaban esperando en su habitación para llevárselo.
La reflexión de Bonhoeffer sobre la estupidez
En prisión, Bonhoeffer comenzó a reflexionar sobre cómo su país de poetas y pensadores se había convertido en un colectivo de cobardes, ladrones y criminales. Eventualmente concluyó que la raíz del problema no era la malicia, sino la estupidez. En sus famosas cartas desde la prisión, Bonhoeffer argumentaba que la estupidez es un enemigo del bien más peligroso que la malicia, porque mientras «uno puede protestar contra el mal; se puede denunciar y prevenir mediante el uso de la fuerza, ante la estupidez estamos indefensos. Ni las protestas ni el uso de la fuerza logran nada aquí. La razón cae en oídos sordos».
Bonhoeffer sostiene que las personas estúpidas son peligrosas porque se irritan fácilmente y se lanzan al ataque. Además, argumenta que tratar con una persona estúpida requiere mayor cautela que tratar con una persona maliciosa. Si queremos sacar lo mejor de la estupidez, debemos tratar de comprender su naturaleza.
La estupidez, según Bonhoeffer, no es tanto un defecto intelectual como moral. Hay personas que son intelectualmente ágiles pero estúpidas, y otras que son intelectualmente aburridas pero no estúpidas. Parece que la estupidez se manifiesta más en las personas que viven en grupo que en las que viven en soledad. Por lo tanto, Bonhoeffer sugiere que la estupidez es más un problema sociológico que psicológico.
Bonhoeffer también observa que el ascenso del poder, ya sea político o religioso, infecta a gran parte de la humanidad con estupidez. Parece haber una relación entre el poder de uno y la estupidez del otro. Bajo el impacto abrumador del poder en ascenso, los seres humanos renuncian a su independencia interior y se vuelven más susceptibles a ser estúpidos. La persona estúpida se vuelve testaruda y pierde su independencia, quedando bajo el hechizo de eslóganes y consignas que han tomado el control de su ser. Está cegada y maltratada, convirtiéndose en una herramienta sin sentido capaz de cometer cualquier mal sin darse cuenta de que es malo.
Bonhoeffer sostiene que solo un acto de liberación, no de instrucción, puede vencer la estupidez. Sin embargo, esta liberación interna solo es posible después de una liberación externa. Hasta entonces, no tiene sentido intentar convencer a una persona estúpida.
La trágica muerte de Bonhoeffer
Dietrich Bonhoeffer pagó un alto precio por su valiente postura contra el régimen nazi. Participó en un complot para asesinar a Adolf Hitler y fue arrestado en 1943. Después de pasar dos años en prisión, fue ejecutado en el campo de concentración de Flossenbürg el 9 de abril de 1945, solo dos semanas antes de que los soldados estadounidenses liberaran el campo.
Bonhoeffer dejó un legado de valentía y sabiduría en sus escritos y acciones. Una de sus citas más conocidas es: «La acción no brota del pensamiento, sino de la disposición a la responsabilidad. La prueba definitiva de una sociedad moral es el tipo de mundo que deja a sus hijos».
La relevancia del pensamiento de Bonhoeffer hoy
El análisis de Dietrich Bonhoeffer sobre la estupidez no solo fue una reflexión profunda sobre su tiempo, sino que también resuena poderosamente en el mundo contemporáneo. En una era marcada por la desinformación, la polarización y el auge de movimientos populistas, las ideas de Bonhoeffer nos invitan a reflexionar sobre cómo el poder y la manipulación pueden nublar el juicio colectivo y llevar a sociedades a actuar de manera irracional y peligrosa.
La observación de Bonhoeffer sobre la relación entre el poder y la estupidez es especialmente pertinente en un tiempo donde las redes sociales amplifican eslóganes y consignas simplistas que, en muchos casos, sustituyen al pensamiento crítico. La facilidad con la que las personas caen bajo el «hechizo» de narrativas manipuladas por figuras de autoridad demuestra que la estupidez sigue siendo un problema sociológico más que intelectual.
Además, su insistencia en que la liberación interna solo puede suceder después de una liberación externa nos recuerda que los cambios en las estructuras de poder son fundamentales para cualquier transformación real en la sociedad. La resistencia de Bonhoeffer ante el nazismo no solo fue una lucha contra un régimen político, sino también contra una manera de pensar que deshumanizaba y embrutecía a las personas.
El legado de Bonhoeffer nos desafía a tomar responsabilidad no solo por nuestras acciones, sino también por el tipo de mundo que estamos creando. En su visión, la responsabilidad y el coraje moral son esenciales para enfrentar la estupidez y el mal en todas sus formas. Su vida y su pensamiento nos ofrecen no solo una crítica del pasado, sino una guía para construir un futuro más justo y consciente.