El Apolo 11: el primer viaje a la Luna

El 20 de julio de 1969, el ser humano pisó por primera vez la Luna. Fue el resultado de una de las misiones espaciales más ambiciosas y exitosas de la historia: el Apolo 11. En este artículo, vamos a explorar el emocionante viaje del Apolo 11 a la Luna, desde el despegue hasta el alunizaje, pasando por las diferentes fases y maniobras que hicieron posible esta hazaña. Acompáñanos en este fascinante recorrido paso a paso, y descubre cómo el Apolo 11 marcó un hito en la exploración espacial y la capacidad humana para llegar a lugares más allá de nuestro planeta.

Despegue y órbitas

La potencia propulsora de un cohete es la clave para acceder al espacio. En el caso del Apolo 11, el cohete utilizado fue el Saturno 5, el más potente y grande construido hasta ese momento. Medía 110 metros de altura y pesaba 2,800 toneladas. Los astronautas iban en la parte superior del cohete, en el módulo de mando Columbia, que tenía forma de cono y medía 3.5 metros de diámetro.

El Saturno 5 constaba de tres fases o etapas, cada una con sus propios motores y tanques de combustible. La primera fase se separaba después del despegue, cuando el cohete había alcanzado una altura de 68 kilómetros y una velocidad de 9,600 kilómetros por hora. Entonces, se encendía la segunda fase, que impulsaba al cohete hasta una altura de 185 kilómetros y una velocidad de 24,000 kilómetros por hora. Luego, se liberaba la segunda fase y se encendía la tercera, que colocaba al Apolo en órbita terrestre, a una altura de 190 kilómetros y una velocidad de 28,000 kilómetros por hora. Durante esta primera órbita, que duró una hora y media, se realizaban las comprobaciones necesarias para garantizar que no se hayan producido desperfectos durante el lanzamiento.

Maniobra de transposición y supervisión

Después de la primera órbita, se efectuaba el encendido por segunda vez de la tercera etapa del Saturno 5, que debía acelerar la nave a una velocidad de 39,800 kilómetros por hora. Esta velocidad era suficiente para escapar de la gravedad terrestre y dirigirse hacia la Luna. En ese momento, los astronautas se sorprendieron al ver que la Tierra había empezado a encogerse, y que podían verla como una esfera azul y blanca.

A continuación, se realizaba la maniobra de transposición, que consistía en la separación del módulo de mando y servicio, el Columbia, que giraba 360 grados y se acoplaba al módulo lunar Eagle, que estaba unido a la tercera etapa del Saturno 5. El módulo lunar tenía dos partes: la etapa de ascenso, donde estaban la cabina y los instrumentos de los astronautas, y la etapa de descenso, que tenía el motor y el tren de aterrizaje. El módulo lunar medía 7 metros de altura y 4.3 metros de diámetro.

Luego, se iniciaba la supervisión de los aparatos de navegación, correcciones de rumbo y comprobaciones de los diversos instrumentos durante tres días, que era el tiempo que tardaba la nave en llegar a la Luna. Durante este tiempo, los astronautas podían comunicarse con el centro de control de la misión en Houston, Texas, y enviar y recibir mensajes de voz, datos e imágenes. También podían realizar algunas actividades de ocio, como leer, escuchar música o jugar a las cartas.

El viaje a la Luna

Durante dos días, el Apolo 11 iba perdiendo velocidad regularmente debido a la atracción de la Tierra. Sin embargo, al acercarse a la Luna, la atracción lunar se hacía más fuerte y la nave empezaba a acelerar. La nave Apolo constaba de cuatro módulos: el de mando, el de servicio, el módulo lunar de ascenso y el módulo lunar de descenso. El módulo de servicio contenía el motor principal de la nave, los tanques de combustible, el sistema eléctrico y el sistema de soporte vital.

Antes de llegar a la Luna, los astronautas debían atravesar los cinturones de Van Allen, que son entornos de alta radiación alrededor de nuestro planeta, causados por el campo magnético terrestre. Estos cinturones podían dañar los equipos electrónicos y la salud de los astronautas. Afortunadamente, el blindaje de la estructura de la nave Apolo se consideraba suficiente para bloquear la mayor parte de las partículas y fotones energéticos. Además, la trayectoria de la nave permitió atravesar rápidamente la zona de menor radiación, en unos 15 minutos.

Una vez en la Luna

Después de alcanzar la Luna, el módulo de servicio se encendía durante 6 minutos para reducir la velocidad de la nave y poder entrar en órbita lunar. La órbita era elíptica, y variaba entre 111 y 314 kilómetros de altura. Luego, el módulo lunar se separaba del módulo de mando y servicio, y el Eagle encendía su motor durante 15 segundos para lograr un frenado que lo sacara de la órbita lunar y lo pusiera en una trayectoria de descenso.

El lugar de alunizaje del Apolo 11 fue el Mar de la Tranquilidad, una zona plana y oscura de la superficie lunar, formada por lava solidificada. El alunizaje coincidió con el amanecer lunar, para evitar temperaturas extremas y tener una buena iluminación. El módulo lunar tenía que alunizar en un lugar seguro, sin rocas, cráteres ni pendientes. El piloto del módulo lunar era el comandante Neil Armstrong, que tenía el control manual de la nave y podía modificar la velocidad y la dirección. El copiloto era el piloto Edwin Aldrin, que se encargaba de monitorizar los instrumentos y comunicarse con el centro de control. El tercer astronauta, el piloto Michael Collins, se quedaba en el módulo de mando y servicio, orbitando alrededor de la Luna.

El descenso del módulo lunar fue muy complicado y lleno de imprevistos. Primero, el ordenador de a bordo empezó a enviar alarmas, indicando que estaba sobrecargado de información. Los ingenieros de la Tierra determinaron que se trataba de un problema menor y que el ordenador podía seguir funcionando. Luego, el radar de aterrizaje falló momentáneamente, y los astronautas tuvieron que reiniciarlo. Después, el lugar previsto para el alunizaje resultó estar lleno de rocas, y Armstrong tuvo que buscar otro sitio más adecuado, consumiendo más combustible del esperado. Finalmente, el módulo lunar alunizó con éxito el 20 de julio de 1969, a las 20:17 UTC, en las coordenadas 0.67408° N, 23.47297° E. Solo quedaban 25 segundos de combustible.

Armstrong fue el primero en salir del módulo lunar y al pisar el suelo lunar pronunció la famosa frase: “Un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la humanidad”. Durante su estancia en la Luna, los astronautas realizaron experimentos científicos, tomaron fotografías y recolectaron muestras de suelo lunar. También plantaron una bandera de Estados Unidos, dejaron una placa conmemorativa y hablaron por teléfono con el presidente Richard Nixon. La misión lunar duró 21 horas y 36 minutos, de las cuales los astronautas pasaron 2 horas y 31 minutos fuera del módulo lunar.

“Las estrellas están ahí, solo tienes que tener el coraje de mirar hacia ellas.” – Buzz Aldrin

Explorando nuevas fronteras

Después de tres días de viaje, el Apolo 11 finalmente llegó a la Luna. Pero la misión no terminó ahí. Los astronautas tuvieron que realizar una serie de maniobras precisas para alunizar y luego despegar de nuevo para regresar a la Tierra. Todo este proceso fue un testimonio de la increíble capacidad humana para superar desafíos y alcanzar metas que parecen imposibles.

Si te ha fascinado este viaje a través del espacio y te gustaría aprender más sobre la exploración espacial, te recomendamos el libro “De la Tierra a la Luna” de Julio Verne. Este clásico de la ciencia ficción fue escrito mucho antes de que el hombre realmente llegara a la Luna, pero captura la emoción y la maravilla de tal empresa.

Además, si estás interesado en la física y la ingeniería detrás de los viajes espaciales, podrías considerar tomar un curso online en plataformas como Coursera o edX. Hay muchos cursos disponibles que cubren temas desde la física básica hasta la ingeniería aeroespacial.

Finalmente, si quieres tener una experiencia más inmersiva, podrías considerar visitar un planetario o un museo de ciencias. Muchos de estos lugares tienen exposiciones sobre la exploración espacial y a veces incluso ofrecen la oportunidad de mirar a través de un telescopio.

Esperamos que este artículo te haya inspirado a aprender más sobre el espacio y quizás, quién sabe, a alcanzar las estrellas tú mismo. Recuerda, el cielo no es el límite, es solo el comienzo. ¡Feliz exploración!

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