Cuando una pareja tiene un hijo, tanto la madre como el padre experimentan una serie de transformaciones a nivel físico, mental y emocional. Estos cambios se deben, en gran parte, a las variaciones hormonales y neurológicas que se producen durante y después del parto. En el caso de los hombres, uno de los cambios más notables es la disminución de la testosterona, la hormona asociada a la masculinidad. ¿Qué efectos tiene esta disminución en los padres? ¿Qué otros factores influyen en su adaptación al nuevo rol? ¿Qué beneficios tiene la paternidad para el cerebro de los hombres?
La testosterona y el estrés
La testosterona es una hormona que se produce principalmente en los testículos, y que regula aspectos como la libido, la agresividad, la competencia o la confianza. Los niveles de testosterona varían a lo largo de la vida de un hombre, y también según las circunstancias. Por ejemplo, se ha observado que los hombres que están en una relación estable tienen menos testosterona que los solteros, y que los que son padres tienen menos que los que no lo son.
Esto se debe a que la testosterona se adapta a las demandas del entorno, y favorece los comportamientos que son más adecuados para cada situación. Así, cuando un hombre se convierte en padre, su testosterona disminuye para facilitar el vínculo con su hijo y el cuidado del mismo. Esta disminución puede llegar a ser de hasta un 30% en los primeros meses después del nacimiento, según un estudio realizado por el antropólogo Lee Gettler, de la Universidad de Notre Dame en Estados Unidos.
Sin embargo, esta disminución no es permanente, sino que depende del grado de implicación del padre en el cuidado del bebé. Si el padre pasa más tiempo con su hijo, juega con él, lo alimenta o lo acuna, su testosterona se mantiene baja. Pero si el padre se aleja del niño, su testosterona vuelve a subir. Esto sugiere que la testosterona es sensible a las señales sociales, y que se ajusta a las necesidades de cada momento.
Otra hormona que cambia en los padres es el cortisol, que se relaciona con el estrés. El cortisol aumenta en situaciones de amenaza o de incertidumbre, y prepara al organismo para la acción. En los padres, el cortisol se eleva durante el parto, debido a la tensión y la ansiedad que genera. Sin embargo, después del parto, el cortisol se reduce, y ayuda a los padres a relajarse y a conectar con sus hijos.
Un ejemplo de esto lo encontramos en Nuno Domínguez y Marg, una pareja francesa que vive cerca de Fontainebleau. Hace dos semanas y media que fueron padres por segunda vez, de una niña llamada Celeste. A diferencia del primer parto, que fue muy largo y complicado, este fue más rápido y tranquilo. Nuno dice: «Estoy muy contento de tener por fin a mi segunda hija. Me siento más relajado y menos cansado que después del primer parto».
La depresión y la felicidad
A pesar de que la disminución de la testosterona tiene una función adaptativa, también puede tener efectos negativos en algunos padres. Un nivel bajo de testosterona puede provocar una disminución de la libido, de la energía, de la autoestima o del humor. Estos síntomas pueden derivar en una depresión postparto, que afecta tanto a las madres como a los padres.
La depresión postparto es un trastorno del estado de ánimo que se caracteriza por una tristeza persistente, una pérdida de interés por las actividades habituales, una sensación de culpa, de inutilidad o de desesperanza, y una dificultad para cuidar de uno mismo o del bebé. La depresión postparto puede tener consecuencias graves para la salud de los padres y el desarrollo de los hijos, por lo que es importante detectarla y tratarla a tiempo.
Según el psiquiatra infantil Paul Ramchandani, de la Universidad de Cambridge en Inglaterra, la depresión postparto afecta a entre el 5% y el 10% de los padres, y suele aparecer entre el primer y el tercer mes después del nacimiento. Los factores que pueden contribuir a la depresión postparto son el estrés, los problemas económicos, la falta de apoyo social, las expectativas no cumplidas, o las dificultades en la relación de pareja.
No obstante, la mayoría de los padres no sufren de depresión postparto, sino que se sienten felices y satisfechos con la llegada de su hijo. La paternidad les aporta un sentido de propósito, de responsabilidad y de orgullo, y les permite desarrollar nuevas habilidades y competencias. Además, la paternidad estimula la producción de otras hormonas, como la dopamina y la oxitocina, que se asocian con el placer, la recompensa, el amor y el apego.
Un caso de esto lo tenemos en Matías, un padre sueco que está de baja por paternidad mientras su esposa trabaja. Él dice: «Me encanta estar en casa con mi hija de 9 meses. Aprendo qué le gusta y qué no, y es increíble poder ver sus primeros avances, como gatear y caminar. Para mí, es una experiencia única y enriquecedora».
El cerebro y el vínculo
La paternidad no solo afecta a las hormonas de los hombres, sino también a su cerebro. Cuando un hombre se convierte en padre, su cerebro se reorganiza y se adapta para fortalecer el vínculo con su hijo y facilitar el cuidado del mismo. Esta reorganización implica cambios en la estructura, la función y la conectividad de algunas regiones cerebrales, especialmente las relacionadas con la empatía, la atención, la memoria y la toma de decisiones.
La neurocientífica Ruth Feldman, de la Universidad de Tel Aviv en Israel, ha estudiado el cerebro de los padres, tanto heterosexuales como homosexuales, y ha descubierto que las redes de apego se activan en todos ellos, independientemente de su género u orientación sexual. Estas redes incluyen áreas como la amígdala, el hipocampo, el núcleo accumbens o la corteza prefrontal, que se encargan de procesar las emociones, los recuerdos, el placer y el razonamiento.
Según Feldman, la activación de estas redes depende de la cantidad y la calidad de las interacciones entre el padre y el hijo. Cuanto más tiempo pasa el padre con el niño, más se sincronizan sus cerebros, y más se refuerza el vínculo afectivo. Además, cuanto más sensible y atento es el padre con las necesidades del niño, más se estimula la producción de oxitocina, la hormona del amor y el apego, que facilita la comunicación y la confianza entre ambos.
La oxitocina también tiene otros efectos beneficiosos para el cerebro de los padres. Por ejemplo, mejora la memoria, la atención y el aprendizaje, lo que ayuda a los padres a recordar los detalles y las preferencias de sus hijos, y a adaptarse a sus cambios. Asimismo, reduce el estrés, la ansiedad y la depresión, lo que favorece el bienestar y la salud mental de los padres.
Enlace con el lector: Más allá de la paternidad
La paternidad es un viaje de transformación, lleno de desafíos y recompensas. Pero, ¿qué pasa después de que se han establecido los cambios hormonales y neurológicos? ¿Cómo se puede seguir creciendo y aprendiendo como padre?
Para aquellos que buscan profundizar en su comprensión de la paternidad y su impacto en la vida de un hombre, hay una serie de recursos disponibles. Por ejemplo, el libro «El padre que queremos ser» de Armin A. Brott ofrece una visión detallada de los cambios emocionales y psicológicos que experimentan los hombres al convertirse en padres.
Además, para aquellos interesados en el aspecto científico de la paternidad, el curso «Neurociencia de la paternidad» disponible en Coursera proporciona una visión profunda de cómo la paternidad afecta al cerebro y al comportamiento de los hombres.
Pero la paternidad también puede ser una oportunidad para explorar nuevos hobbies o intereses. Por ejemplo, si te has encontrado disfrutando de las horas que pasas meciendo a tu bebé para dormir, tal vez quieras considerar una hamaca de jardín. No sólo te proporcionará un lugar cómodo para relajarte con tu hijo, sino que también puede convertirse en un espacio para la reflexión y la conexión.
En última instancia, cada viaje de paternidad es único y personal. Ya sea a través de la lectura, el aprendizaje o la exploración de nuevos intereses, hay innumerables maneras de enriquecer tu experiencia como padre. Y recuerda, no importa cuánto cambies, siempre estarás conectado con tu hijo a través del vínculo inquebrantable de la paternidad.