En este artículo, quiero abordar un tema que puede resultar incómodo para algunos: la importancia de cuidar a nuestra pareja. A menudo, nos preocupamos más por lo que tenemos seguro que por lo que podríamos perder. Pero ¿qué pasaría si te dijera que es fundamental cuidar más a tu pareja que a tu propia familia? Permíteme explicarte por qué.
El amor familiar es incondicional
Es natural que sintamos un amor profundo y duradero hacia nuestra familia directa: padres, hermanos e hijos. Ellos son una parte importante de nuestra vida y siempre estarán allí para nosotros. Puedes decir «ellos fueron mis padres» o «ella era mi madre», pero en realidad, ellos son y serán tus padres, tus hermanos, tu familia para siempre. Su amor es incondicional y no hay espacio para la palabra » ex» cuando se trata de ellos.
Por otro lado, el amor de pareja es más frágil y requiere de cuidado constante. Si dejamos de alimentarlo y descuidamos nuestra relación, es como hacer una huelga de hambre indefinida. En ambos casos, sabemos cuál será el resultado final. Por eso, es fundamental darlo todo el uno por el otro.
El matrimonio como una sociedad
El matrimonio es una sociedad en la que ambos miembros deben lograr un equilibrio en sus pensamientos y decisiones para que todo funcione bien. He visto muchos matrimonios destruidos por no entender el verdadero significado de la palabra “familia”. No se trata de colocar a la pareja en la categoría de pariente, sino de construir un hogar basado en decisiones compartidas.
Compartir proyectos y crecer juntos
Cuando te casas, formas una nueva familia y es importante compartir proyectos y crecer juntos. Tus hijos necesitan un modelo a seguir y deben saber que un hogar se construye a partir de las decisiones propias. Siempre es bueno escuchar consejos, pero nunca permitas que influencias destructivas socaven los cimientos de tu familia.
Dejar a un lado a los padres y hermanos
Dios hizo al hombre y a la mujer para que vivieran juntos. Por eso, cuando te casas, debes dejar a un lado a tus padres y hermanos para vivir con tu pareja. Ambos deben vivir como si fueran una sola persona, porque si Dios ha unido a un hombre y a una mujer, nadie debe separarlos.
