¿Te sientes atrapado en una eterna adolescencia? ¿Te cuesta asumir responsabilidades, compromisos y desafíos? ¿Te refugias en el confort y el cuidado de tus padres, o en los mundos virtuales de internet, la pornografía y los videojuegos? Si es así, quizás seas lo que la psicología llama un «hombre-niño», un individuo que, a pesar de haber alcanzado la edad adulta, no ha madurado psicológicamente y sigue aferrado a características propias de la juventud. En este artículo, vamos a explorar el concepto del «hombre-niño» y cómo afecta a la sociedad moderna, basándonos en las ideas de dos grandes figuras de la psicología profunda: Carl Jung y Mary-Louise von Franz.
El origen del «hombre-niño»
El término «hombre-niño» fue acuñado por la psicóloga suiza Mary-Louise von Franz, una de las principales discípulas y colaboradoras de Carl Jung, el fundador de la psicología analítica. Von Franz se dedicó al estudio de los cuentos de hadas, los mitos, los sueños y los símbolos, y aplicó los conceptos de Jung, como el inconsciente colectivo, los arquetipos, la individuación y la sincronicidad, al análisis de la cultura y la sociedad.
En su libro «El problema de la puer aeternus» (1959), von Franz examinó el fenómeno del «hombre-niño» a través de la figura del «puer aeternus», el «niño eterno», un arquetipo que representa la eterna juventud, la inocencia, la curiosidad, la creatividad y el espíritu aventurero, pero también la inmadurez, la irresponsabilidad, la dependencia, la rebeldía y el escapismo. Von Franz se inspiró en el personaje de Peter Pan, el niño que no quería crecer, y en el mito griego de Ícaro, el joven que voló demasiado cerca del sol y se quemó las alas.
Von Franz observó que muchos individuos, especialmente hombres, permanecían demasiado tiempo en la psicología de la adolescencia, y no lograban desarrollar una personalidad adulta, equilibrada y autónoma. Estos individuos se caracterizaban por una dependencia excesiva de la madre, o de una figura materna sustituta, que les proporcionaba seguridad, afecto y protección, pero también les impedía separarse de ella y emanciparse. Von Franz predijo que este problema se extendería por todo el mundo y afectaría a un número cada vez mayor de personas, debido a los cambios sociales, culturales y económicos que se estaban produciendo.
El impacto del «hombre-niño» en la sociedad moderna
El problema del «hombre-niño» se ha vuelto especialmente relevante en la población masculina del mundo occidental, donde muchos jóvenes enfrentan dificultades académicas, sociales, espirituales, económicas y sexuales, que les impiden integrarse plenamente en la sociedad y cumplir con las expectativas que se les imponen. En lugar de aventurarse en la independencia y crear algo por sí mismos, muchos jóvenes prefieren quedarse en casa hasta los 20 o 30 años, buscando refugio en la comodidad y el cuidado de sus padres. En lugar de enfrentar los desafíos de la vida, optan por los mundos virtuales de internet, la pornografía y los videojuegos, que les ofrecen una gratificación inmediata, pero también una alienación y una insatisfacción crónica.
El problema del «hombre-niño» se ha convertido en la principal neurosis de la era moderna, que afecta no solo a los individuos, sino también a las relaciones, las familias, las comunidades y las instituciones. El «hombre-niño» tiene dificultades para establecer vínculos afectivos, sexuales y profesionales duraderos y satisfactorios, y tiende a huir o sabotear cualquier compromiso que le exija madurez, crecimiento y responsabilidad. Esto genera una crisis de identidad, de sentido y de valores, que se refleja en una falta de autoestima, de confianza y de motivación, y en un aumento de la ansiedad, la depresión y la soledad.
La solución al problema del «hombre-niño»
¿Qué se puede hacer para superar el problema del «hombre-niño» y alcanzar una maduración psicológica adecuada? Von Franz y Jung propusieron una serie de pasos y consejos para ayudar a los individuos a liberarse del complejo materno y a desarrollar su propia personalidad, basada en la integración de los aspectos conscientes e inconscientes de su psique. Estos son algunos de ellos:
– Reconocer el problema y tomar conciencia de sus causas y consecuencias. El primer paso es admitir que se tiene un problema y que se necesita cambiar. Esto implica un acto de honestidad y de humildad, que requiere valor y voluntad. También implica un proceso de autoconocimiento y de reflexión, que puede apoyarse en la lectura, la escritura, el arte, la terapia o el diálogo con personas de confianza.
– Separarse de la madre y de la figura materna. El segundo paso es cortar el cordón umbilical que une al individuo con la madre o con la figura materna sustituta, y dejar de depender de ella para todo. Esto implica un acto de independencia y de autonomía, que requiere decisión y acción. También implica un proceso de diferenciación y de individuación, que puede apoyarse en el viaje, el trabajo, el estudio o el servicio a los demás.
– Enfrentar los desafíos de la vida y asumir responsabilidades. El tercer paso es salir de la zona de confort y de la burbuja protectora, y exponerse a las dificultades, los riesgos y las oportunidades que ofrece la vida. Esto implica un acto de madurez y de creatividad, que requiere esfuerzo y perseverancia. También implica un proceso de aprendizaje y de crecimiento, que puede apoyarse en el deporte, el arte, la ciencia o la espiritualidad.
– Establecer relaciones sanas y satisfactorias. El cuarto paso es relacionarse con otras personas, tanto del mismo como del otro sexo, y crear vínculos afectivos, sexuales y profesionales duraderos y satisfactorios. Esto implica un acto de amor y de generosidad, que requiere respeto y compromiso. También implica un proceso de comunicación y de colaboración, que puede apoyarse en la amistad, la pareja, la familia o la comunidad.
Más allá de la eterna juventud: Un camino hacia la madurez
Si te identificas con el «hombre-niño» y estás buscando formas de crecer y madurar, hay recursos disponibles que pueden ayudarte en tu viaje.
• «El problema de la puer aeternus» de Mary-Louise von Franz es un excelente punto de partida. Este libro profundiza en el concepto del «hombre-niño» y ofrece valiosas perspectivas sobre cómo superar este estado de eterna adolescencia.
• Coursera ofrece una variedad de cursos que pueden ayudarte a desarrollar habilidades de vida y a madurar emocionalmente. Por ejemplo, el curso «La ciencia del bienestar» de la Universidad de Yale te enseña cómo aumentar tu felicidad y construir hábitos más productivos.
• Viajar puede ser una excelente manera de salir de tu zona de confort y enfrentarte a nuevos desafíos. Puedes considerar un viaje de mochilero por Europa o un retiro de meditación en Asia.
• Adoptar un nuevo hobby puede ayudarte a desarrollar nuevas habilidades y a ganar confianza en ti mismo. Puede ser algo tan simple como aprender a cocinar, o algo más desafiante como aprender a tocar un instrumento musical.
Recuerda, el camino hacia la madurez no es fácil, pero cada paso que das es un paso hacia una vida más plena y satisfactoria. ¡Buen viaje!