La lujuria es uno de los pecados capitales que más ha preocupado a la humanidad a lo largo de los siglos. Se trata de un deseo sexual desordenado que va en contra de la virtud de la castidad y que puede dañar las relaciones humanas y la paz del alma. En este artículo, vamos a analizar lo que Jesús dijo sobre la lujuria y el adulterio, y cómo podemos vivir según su voluntad.
La mirada que codicia
En el Sermón de la Montaña, Jesús habla sobre el tema de la lujuria y el adulterio. En el capítulo 5 del Evangelio de Mateo, versículos 27 y 28, Jesús dice: «Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón» (Mt 5, 27-28).
Jesús está dando una interpretación más profunda y exigente del sexto mandamiento de la Ley de Dios: «No cometerás adulterio» (Ex 20, 14). Él está diciendo que no solo es pecado cometer adulterio físicamente, sino que incluso el deseo y la fantasía de cometer adulterio en el corazón también son pecaminosos. Jesús lleva el asunto al corazón, donde nacen los buenos y malos deseos. Él dice que ante Dios, aquel que permite y acaricia tales pensamientos en su corazón ya es un adúltero.
La mirada prolongada y sensual, saboreando la fantasía de una relación ilícita, indica una actitud que ofende a Dios y a la persona mirada. Jesús no habla de mirar a una mujer para conversar con ella o admirar su belleza, sino de la mirada que codicia, que reduce a la persona a un objeto de placer. Esta mirada puede conducir al adulterio, pero también a otros pecados, como la masturbación, la pornografía, la fornicación o la violación.
La pureza del corazón
La lujuria no solo se trata de la acción física, sino también de los pensamientos y deseos que alimentamos en nuestro corazón. El pecado comienza en la mente y si lo permitimos, se convierte en acción. El deseo de cometer adulterio en el corazón es el primer paso hacia la infidelidad física. Cuando alguien codicia a una mujer, también es capaz de cometer adulterio en un momento de tentación sin miedo a ser descubierto. El adulterio no es un acto repentino, sino un proceso que comienza en el corazón, se alimenta con el deseo y finalmente se lleva a cabo.
La enseñanza de Jesús se centra en los pensamientos y deseos del corazón, que son la fuente del pecado. Muchos pecados tienen su origen en el corazón. Por ejemplo, el acto de matar surge del enfado y las palabras abusivas, que son dos causas principales de homicidio. Aunque muchas personas nunca llegan a cometer un asesinato, ¿cuántas veces han deseado la muerte de alguien o le han insultado con odio?
Jesús nos invita a purificar nuestro corazón, a tener una mirada limpia y a controlar nuestros deseos. Él dice: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5, 8). La pureza del corazón es una condición para entrar en el Reino de Dios y para verlo cara a cara. La pureza del corazón también nos permite ver a los demás como hijos de Dios, respetar su dignidad y amarlos como hermanos.
La gracia de Dios y la ayuda de los medios
La lucha contra la lujuria y el adulterio no es fácil, especialmente en una sociedad que promueve el hedonismo, el relativismo y el consumismo. Vivimos en una cultura que nos bombardea con imágenes y mensajes que incitan al deseo desordenado, que nos hace creer que el sexo es un juego sin consecuencias, que nos ofrece falsas promesas de felicidad y que nos hace olvidar el verdadero sentido del amor y la fidelidad.
Para vencer la tentación de la lujuria y el adulterio, necesitamos la gracia de Dios y la ayuda de los medios humanos. La gracia de Dios es el don de su amor y de su fuerza, que nos capacita para hacer el bien y evitar el mal. La gracia de Dios se recibe principalmente a través de los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Confesión. La Eucaristía nos alimenta con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que nos purifica y nos fortalece. La Confesión nos perdona los pecados y nos devuelve la paz y la alegría.
Los medios humanos son las acciones y actitudes que nos ayudan a cooperar con la gracia de Dios y a vivir la virtud de la castidad. Algunos de estos medios son:
- La oración: La oración es el diálogo con Dios, que nos permite conocerlo, amarlo y confiar en él. La oración nos ayuda a mantenernos en su presencia, a pedirle su ayuda y a agradecerle sus dones. La oración nos da la luz y la fuerza para resistir la tentación y para seguir su voluntad.
- La lectura de la Palabra de Dios: La Palabra de Dios es la revelación de su amor y de su plan para nosotros. La Palabra de Dios nos enseña la verdad sobre el hombre, el sexo, el matrimonio y la familia. La Palabra de Dios nos inspira, nos corrige y nos anima a vivir según el Evangelio.
- La vigilancia: La vigilancia es la actitud de estar atentos y alertas ante las situaciones que pueden provocar la tentación de la lujuria y el adulterio. La vigilancia nos ayuda a evitar las ocasiones de pecado, como las personas, los lugares, los medios o las circunstancias que pueden despertar el deseo desordenado. La vigilancia también nos ayuda a reaccionar con prontitud y firmeza cuando sentimos la tentación, recurriendo a Dios, a la razón y a la voluntad.
- La mortificación: La mortificación es el ejercicio de negarnos a nosotros mismos algunos bienes o placeres lícitos, con el fin de dominar nuestras pasiones y ofrecer a Dios un sacrificio de amor. La mortificación nos ayuda a fortalecer nuestra voluntad, a controlar nuestros impulsos y a vivir la sobriedad y la moderación. La mortificación también nos ayuda a reparar por nuestros pecados y los de los demás, y a unirnos a la cruz de Cristo.
- La formación: La formación es el proceso de adquirir conocimientos y criterios sobre la fe y la moral, que nos ayudan a discernir lo que está bien y lo que está mal, y a actuar en consecuencia. La formación nos ayuda a comprender el plan de Dios sobre el hombre, el sexo, el matrimonio y la familia, y a valorar la belleza y la bondad de la castidad. La formación también nos ayuda a estar al día de los desafíos y las oportunidades que nos presenta el mundo actual, y a dar razón de nuestra esperanza.
La llamada al amor y a la fidelidad
La lucha contra la lujuria y el adulterio no es una mera represión o negación de nuestra sexualidad, sino una afirmación y una elevación de nuestra dignidad y de nuestra vocación. Dios nos ha creado por amor y para el amor, y nos ha dado la sexualidad como un don para expresar y vivir el amor. El amor verdadero es fiel, exclusivo, total y fecundo. El amor verdadero respeta y honra a la persona amada, y busca su bien y su felicidad.
Jesús nos llama a vivir el amor y la fidelidad según nuestro estado de vida. Para los casados, esto significa ser fieles a su cónyuge, en las alegrías y en las penas, hasta que la muerte los separe. Para los solteros, esto significa guardar la castidad, en espera de un posible matrimonio o de una consagración a Dios. Para los consagrados, esto significa renunciar al matrimonio y a la familia, por amor al Reino de Dios y al servicio de los demás.
Jesús nos ofrece su gracia y su ejemplo para vivir el amor y la fidelidad. Él nos amó hasta el extremo, entregando su vida por nosotros en la cruz. Él fue fiel a su Padre y a su misión, hasta el final. Él nos invita a seguir sus pasos, a tomar nuestra cruz y a seguirlo. Él nos promete su presencia y su ayuda, hasta el fin del mundo.
La lujuria y el adulterio son pecados graves que nos alejan de Dios y de los demás, que nos hacen infelices y que nos impiden ver a Dios. Pero Jesús nos ofrece el perdón y la sanación, la esperanza y la alegría, la vida y la gloria. Él nos dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6). Sigamos a Jesús, el único que puede saciarnos de amor y de felicidad.
En Busca de la Pureza
La lucha contra la lujuria y el adulterio es una batalla constante que requiere de nuestra atención y esfuerzo. Sin embargo, no estamos solos en esta lucha. Jesús nos ha dado las herramientas y la sabiduría para superar estos desafíos y vivir una vida de pureza y santidad.
Para aquellos que buscan profundizar en este tema y desean obtener una comprensión más profunda de las enseñanzas de Jesús, hay varios recursos disponibles que pueden ser de gran ayuda. Un libro que recomendaría es «La Lucha por la Pureza: Rompiendo la Cadena del Lujuria» de Stephen Arterburn. Este libro ofrece una visión práctica y bíblica sobre cómo superar la lujuria y vivir una vida de pureza.
Además, hay varios cursos en línea disponibles en plataformas como Coursera que pueden proporcionar una visión más académica sobre este tema. Un curso que podría ser de interés es «La Ética Sexual desde una Perspectiva Bíblica» ofrecido por la Universidad de Duke.
Para aquellos que buscan una solución más personalizada, hay varios programas de coaching y terapia disponibles que pueden ayudar a las personas a superar sus luchas personales con la lujuria y el adulterio.
Recuerda, la lucha contra la lujuria es una batalla que se gana en el corazón. Con la ayuda de Dios y los recursos adecuados, podemos superar este desafío y vivir una vida de pureza y santidad. Como dijo Jesús, «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5, 8). Que este sea nuestro objetivo y nuestra esperanza. ¡Ánimo y adelante!